“Se trata de captar la espiritualidad como una experiencia global de religación de todas las búsquedas, de los encuentros, de las experiencias de sentido, como el hilo que reúne a todas las perlas para formar el collar... es algo necesario para atender a una demanda urgente que no está siendo atendida de modo adecuado. Por eso asume el carácter de una revolución insoslayable”.
(Leonardo Boff: Ecología, grito de la tierra...)
La Educación en el Nuevo Paradigma
Según el nuevo paradigma, la única forma de lograr cambios trascendentales en la sociedad es a través de la inversión en las personas. Dicho de otra manera, la construcción del paradigma holístico tiene que tomar en cuenta, en primer lugar al ser humano, más que como recurso, como el sujeto de los cambios que se están proponiendo. Allí es donde entra la educación como una de las ciencias que debe jugar un papel esencial en esta nueva realidad.
Sin embargo, la educación como tal, también tiene que pasar por unos cambios fundamentales. Tiene que replantearse sus enfoques y sus métodos. Tiene que superar el paradigma lineal y construir nuevas formas de producir el conocimiento. Las escuelas y los diferentes centros de educación, tienen que pasar de lo segmentado a lo integral, de lo vertical a lo horizontal y multidireccional, de lo centralista a lo descentralizado, abarcando todas las necesidades que la persona presenta al momento de incorporarse a un proceso educativo determinado. El nuevo educador o la nueva educadora no será aquel o aquella que solamente transfiere conocimientos, técnicas, habilidades; sino que se integrará junto con el grupo educando en un proceso dialéctico y dialógico de aprendizaje, cada uno desde sus experiencias y conocimientos. Estamos hablando de una educación profundamente democrática, participativa, integral, al estilo del gran maestro Paulo Freire.
La Dinámica de Aprender
¿Cómo aprenderé de la vida
si ésta cabalga por la calle,
por mi casa y por todas partes,
mientras la escuela me tira un cerco,
me aprisiona, me limita, me paraliza?
Quiero aprender sintiendo el sol sobre mi piel,
Escuchando las gotas de lluvia sobre la hierba,
Saboreando la dulce miel de unos besos,
Observando el crepúsculo de un verano campestre
O, simplemente, extasiarme con el suave aroma de una flor.
Los versos que escribo son talvez intuiciones iniciales que emergen cuando quiero recrear mi mundo interior. Están ahí, estáticos, al principio. Muchas veces pasan los minutos y las horas sin que afloren las ideas o las palabras; mientras, la vida sigue transcurriendo como en una carrera desenfrenada. Pero, de repente, surge como un torbellino el crepitar de las palabras y entonces sí me dejo llevar por ese deseo de recrear la vida misma.
Creo que esa es la dinámica de la vida. Y es también la dinámica de aprender. El conocimiento no se produce cuando forzamos el momento, sino cuando nos dejamos inspirar por alguien o por algo. En poesía a eso se le llama musa. Tiene la apariencia de algo externo, pero al final es algo que construimos en nuestro cerebro/mente para darle forma a nuestras ideas e intuiciones. La palabra poesía viene de poiesis, es decir, creación. Cuando encontramos nuestra musa, nos gozamos en hablarle desde lo más profundo. Nuestro cerebro/mente se despliega, se desdobla y asume una plasticidad tal que da lugar a los escenarios más creativos y fantásticos.
El arte de aprender es también el arte de vivir. Porque la intencionalidad de la vida es cambiar, adaptarse, relacionarse, abrirse en un orden/desorden que, al final de cuentas, no es más que la búsqueda de plenitud (autopiesis). Quien no quiere aprender se va muriendo, se va cerrando sobre sí mismo y deja de ser parte de la red de la vida. Mientras que quien aprende, se va nutriendo de las relaciones; su apertura al entorno le permite recibir y dar de sí; le permite crecer.
Francisco Varela nos advirtió que nuestra inteligencia no procede de un cerebro central que ordena jerárquicamente a todos sus miembros hasta llegar hasta la última cadena de mando: “en los cerebros reales no hay reglas ni un procesador lógico central y la información no está almacenada en lugares precisos” (Varela, 1998, 53). Por el contrario, hay más evidencias de que “el cerebro opera a partir de interconexiones masivas, de forma distribuida, de modo que las conexiones entre conjuntos de neuronas cambian como resultado de la experiencia” (Varela, 1998, 53). Aún no sabemos a ciencia cierta si es que hay una ubicación espacial desde la cual se toman las decisiones, o desde la cual sentimos o percibimos. Todo nuestro cuerpo actúa frente a determinados eventos sensoriales, racionales, intuitivos, y hasta espirituales.
El Proceso del Conocimiento
El conocimiento es pertinente sólo y cuando está ligado al contexto. Pero, ¿cómo identificar nuestro contexto? Es el otro o la otra, las relaciones bio-psico-sociales; es la naturaleza en su perenne afán de conservarse, aunque la humanidad deshumanizada se empeñe en contaminarla, explotarla y exprimirla. Se manifiesta también en nuestras conexiones inter-extra-subjetivas (necesidades, intereses, imaginarios e ideologías).
Lo nuevo brota incesantemente y sigue abierto, por lo que nuestros conocimientos son apenas viáticos para el largo viaje de la vida. El conocimiento complejo se nutre de las incertidumbres para eliminar las toxinas del conocimiento simplista y reduccionista (Morin: 1999). Prepararse para lo inesperado implica ser creativos o creativas en el momento presente, apertura a las novedades, flexibilidad en las búsquedas y hallazgos; en fin, teorías críticas y auto-críticas.
La historia siempre ha devenido en bifurcaciones y desviaciones procedentes de la diversidad de acontecimientos que se traman desde el interior-exterior de la vida. Y si la vida es creación, dinamismo, movimiento, entonces la evolución tendrá esas características. El cosmos, la tierra, los organismos tienen una historia incierta, en constante estados de estímulos, latencias y desencadenamientos irregulares. Esto nos hace reconocer que nuestras vidas transcurren hacia una aventura desconocida (Briggs y Peat: 1999: 32). El conocimiento en estos términos consiste en navegar en esa uni-diversidad; con los constantes riesgos del error y las incertidumbres.
Gozarse en el aprendizaje
Además de aprender para apropiarse de la historia y de la cultura, para estar preparados frente a las incertidumbres y para saber convivir, uno de los aspectos que es necesario redimensionar en los procesos pedagógicos es el disfrute y el gozo. Gozar, tener entusiasmo, sentir placer en la educación es algo muy raro en nuestros sistemas escolares. Sin embargo, si no se goza, no se vive; si no se disfruta no se aprende bien. Francisco Gutiérrez lo enfatiza cuando dice que “educar en el goce significa generar entusiasmo... movilizar las energías en una aventura lúdica compartida; sentir y hacer sentir; participar entregando lo mejor de sí y recibiendo lo mejor de los otros” (Gutiérrez, 2002, 25).
El placer es un “dinamizador del conocimiento”, como nos lo plantea Hugo Assmann. La morfogénesis del conocimiento tiene que ver con la experiencia de placer. De ahí que el ambiente pedagógico tiene que convertirse en un espacio de fascinación y creatividad donde entren en acción todos los sentidos y las experiencias propias del aprendiente (Assman, 2003, 162). Le educación, como una actividad intrínseca de los seres vivientes se ama, de disfruta, se saborea. De otra manera no tiene sentido, porque se castra la capacidad de crecer, de auto-organizarse, de auto-crearse. Por lo que un sistema educativo con sentido tiene que propiciar los espacios para el goce y el placer y no sólo relegarlos para la hora del descanso.
Además de aprender para apropiarse de la historia y de la cultura, para estar preparados frente a las incertidumbres y para saber convivir, uno de los aspectos que es necesario redimensionar en los procesos pedagógicos es el disfrute y el gozo. Gozar, tener entusiasmo, sentir placer en la educación es algo muy raro en nuestros sistemas escolares. Sin embargo, si no se goza, no se vive; si no se disfruta no se aprende bien. Francisco Gutiérrez lo enfatiza cuando dice que “educar en el goce significa generar entusiasmo... movilizar las energías en una aventura lúdica compartida; sentir y hacer sentir; participar entregando lo mejor de sí y recibiendo lo mejor de los otros” (Gutiérrez, 2002, 25).
El placer es un “dinamizador del conocimiento”, como nos lo plantea Hugo Assmann. La morfogénesis del conocimiento tiene que ver con la experiencia de placer. De ahí que el ambiente pedagógico tiene que convertirse en un espacio de fascinación y creatividad donde entren en acción todos los sentidos y las experiencias propias del aprendiente (Assman, 2003, 162). Le educación, como una actividad intrínseca de los seres vivientes se ama, de disfruta, se saborea. De otra manera no tiene sentido, porque se castra la capacidad de crecer, de auto-organizarse, de auto-crearse. Por lo que un sistema educativo con sentido tiene que propiciar los espacios para el goce y el placer y no sólo relegarlos para la hora del descanso.